Los gatos son animales crepusculares.
Umbrales. Espacios de penumbra. Movimiento. Ruidos.

Parece que, según la neurociencia, padecen al igual que nosotros atonía muscular en sus fases de sueño profundo, y tienden a posiciones físicas que emulan sus posturas de caza. Pero eso sólo explica las expresiones físicas y gestuales que toman ante sus sueños, y además, sencillamente las que sus cuerpos son capaces de hacer, y no en qué consisten sus sueños: su material y su virtualidad.
Me pregunto si soñarán cada uno en su propia espacialidad. En olores. Con comida, con pienso, con el sabor de las pringles. Con el vaivén de unas siluetas entrando y saliendo de la casa. Con ruidos de pasos, de bolsas de plástico. Con la alarma de un teléfono móvil. Con la melodía lejana que se ha escuchado desde el patio.

En tiestos y plantas, en el movimiento de pies y piernas por el piso, o en unos movimientos leves y sinuosos por el suelo, los que emulan los de un ratón, tal vez. En unos gestos, unas intenciones, en el ademán de una acción (abrir el grifo, o alcanzar la bolsa del pienso, posiblemente).
En unas luces, proyectadas en el suelo a través de la ventana. En unas sombras.

¿Quitar miaus, añadir miaus…?
¿Con qué sueña un gato?