Hasta finales del siglo XIX, en Europa, la parte norte del cementerio de una iglesia apenas se empleaba para enterrar a la gente.
Era usualmente la cara del cementerio menos tratada y cuidada, y más sombría y oscura.
Esto era debido a que se creía que era la zona frecuentada por las almas angustiadas y atormentadas de quienes se suicidaron, lo cual era considerado un pecado imperdonable.

Con orígenes en antiguas creencias cristianas centroeuropeas, a aquellos muertos por suicido se les solía enterrar también en un cruce de caminos –donde se colgaba a los criminales–, y sus cuerpos eran atravesados por una estaca en la zona del corazón, para asegurarse de que sus fantasmas no regresarían: si, aún así, el fantasma aparecía, se vería desorientado y desubicado por la encrucijada, y permanecería en el lugar hasta desaparecer para siempre.
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traumacore
(>en ambientes más propiamente recientes, traumacore)
(Ref 2019-2020)